La Sra. de cabello largo de pie detrás del niño, era mi mamá. |
Yo fui un privilegiado, conocí a mis bisabuelos maternos, lo que sin duda en los años 40 no solo era poco común, sino casi una rareza.
Vivian, junto a su
hija Isolina, mi abuela, y mis tíos solteros Mariquita y Andrés, en la casa
ubicada en la calle Carlos Casares, hoy A. Rojas, entre la Biblioteca B.
Rivadavia y el forraje que él había fundado.
A la abuela María la recuerdo sentada en una silla más baja de lo normal, seguramente para estar más cómoda dado que era bastante bajita. No puedo precisar mi edad pero yo era muy chico, tal vez cuatro o cinco años y recuerdo una vez en que habíamos ido con mi madre a visitar a los abuelos, al pasar por el almacén de Don Gervasio Fernández que estaba en la esquina a pocos metros, me compró unas galletitas de esas que llamábamos surtidas. Le convide a la abuela y me rechazo, explicándome que no podía comerlas porque no tenía dientes.
Al abuelo Pietro lo
conocí bastante más, cuando murió faltaban solo diez días para que yo cumpliera
diez años.
No sé si era porque
yo lo comparaba con mi tamaño, pero lo recuerdo un hombre muy grande, y
seguramente sería así porque recuerdo oír que le hacían los zapatos con un
número especial.
Como muchos en esa
época lo trajo a América el hambre en Europa. Venia, juntaba unos buenos pesos
y volvía a Italia. No sé con precisión cuantos viajes hizo en realidad, Alguna
vez vino solo, en otra vino con Ángela, su hija mayor para que le cocinara y
lavara la ropa mientras él trabajaba.
En 1889, con
seguridad, estaba radicado en Monte Grande con toda la familia ya que el 27 de
octubre de ese año nació aquí su tercera hija, mi abuela Isolina. Poco tiempo
después, seguramente extrañando su tierra, se volvieron a Italia. Allá nació
Florencio y en el año 1895 regresaron a Monte Grande, ya para radicarse en
forma definitiva. Posteriormente nacieron aquí Juan y María, sus hijos menores.
Indudablemente muy trabajador y ahorrativo, con los pesos que fue juntando comenzó a acopiar aves y huevos, fue progresando hasta que se estableció, definitivamente, con el comercio de forrajes en general.
Creó una gran familia con seis hijos mitad italianos y mitad argentinos, que le dieron veintidós
nietos e infinidad de bisnietos
Mis Recuerdos:
__La gran torta con
80 velas celestes encendidas para festejar su cumpleaños.
__Tenía mucha
dificultad en sus piernas y para agacharse, lo que no impedía que parado, apoyado en su bastón trasplantara
plantines de tomate. Hacia un agujero en la tierra con un palo, tiraba un plantin
lo metía en el hoyo aplastaba la tierra con el palo y con una caña de unos 30
centímetros en el suelo media la distancia al otro hoyo. Yo inocente, viendo su
dificultad para acomodar la caña me agache para ayudarlo, me sacó carpiendo
levantando su bastón y gritando ¡Ma
Cristo!
__Sentado a la mesa en
su sillón, uno de esos de madera y lona como los que usan los directores de
cine, cortando cuadrado de dura polenta y poniéndolos en un tazón lleno leche
para su desayuno, o remojando lonjas de pan en un vaso de vino tinto para comer
después del almuerzo o la cena.
Por Alberto Pesce
Foto tomada el 25 de enero de 1933. Don Pietro fundó en 1907 el forraje que estaba en la calle A. Rojas 187 y funcionó en la familia hasta 1950, año en que lo compró la Flia. Derbenti y lo mantuvo hasta el 2008.
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